sábado, agosto 07, 2010

FELICIDAD

Hoy amaneció nublado. Habíamos pasado muchos días de calor sofocante, de sol itenso, de mucha humedad que hacía sentir la ciudad caliente y vaporosa como un invernadero. Hoy sopla viento y llovió toda la noche.
Estoy envuelta, cómoda en mi cálido capullo bajo las cobijas, cuando un tornado de tres añitos se cuela en mis piernas. Sus piernitas están frías, sus manos sucias, y revuelve mis mantas sin parar, mientras me lanza la más estruendosa de sus risas diciendo: "Antonieta, levántate, despierta!"
Corretea por todos lados, salta encima de mis piernas. Ríe, grita, canta. Corre a la cocina y da bocados de avena a toda prisa, con los ojos fijos en el cristal de la puerta del jardín.
Por un instante, en mi lógica de "adulto", miro hacia afuera y pienso: hoy no puede salir, está mojado, regresará sucio, quizá hasta enfermo.
Y a pesar de ver claramente la verdad, mi estúpida adultez todavía se pregunta: ¿pero qué no ve cómo está el día?
Daniel no me puede responder, pero es obvia la respuesta: "sí, veo que está nublado, hace frío, sopla el viento y llueve. ¿Y?"
Daniel tendrá tres años, pero comprende mucho mejor que yo que las circunstancias adversas no pueden detener tu vida, y no pueden hacerte más o menos feliz. Hoy me enseñó que la felicidad es una decisión que debe tomarse todos los días.
Ojalá que cuando crezca (yo) pueda ser tan lista como él.

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